• “Pasamos 15 días con la familia en Noia. Mamá tenía a sus tías, más de 20 primos y más de 30 primos segundos a los que aún no conocía. No nos alcanzó el tiempo a verlos a todos”
  • Sabrina Dalio Arufe, de Argentina, estudia un máster con una beca BEME y tiene claro que quiere instalarse en Galicia
03
Apr
2020

La primera vez que Sabrina Dalio Arufe pisó Galicia, no le "alcanzaron" 15 días para conocer a toda la familia. Un verbo, se imaginan, que nos lleva directos hacia América, que nos embarca en otro relato apasionante mecido entre las olas del Atlántico, que une, entre cadencias, Galicia y Argentina, la otra patria, la patria chica.

La historia arranca en Noia, en 1914, con el nacimiento de Ventura Arufe, que vivió su infancia en blanco y negro antes de viajar con su papá hacia Argentina. Tenía apenas 11 años. La meta, de sobra conocida; ganar dinero, hacer fortuna, y volver a Galicia a disfrutar. Pero los cuentos, por mucho que Disney los endulce, no suelen ser tan fáciles. La bruja de la Bella Durmiente da pavor; la madrastra de Blancanieves resulta terrorífica; a Hansel y a Gretel los abandonan sus padres en el bosque...

Y algo de eso hay en este libro. O tal vez no. Lo cierto es que los dos Arufe desembarcaron en Buenos Aires convencidos de un éxito seguro, anticipado por los primos que esperaban.

Al otro lado del océano había trabajo abundante y bien pagado. Las fábricas demandaban empleados, y el país navegaba viento en popa. Cualquiera podía subirse en ese barco.

Pero olvidaron un detalle: había trabajo para todo... el que supiese leer y escribir. Y en aquella Galicia aún decimonónica, atrapada en una esquinita de una España venida a menos y expuesta a los vaivenes de la historia, no era extraño encontrar jóvenes analfabetos. Niños que crecían trabajando, sin estudios. El padre de Ventura era uno de ellos.

En resumen, los Arufe no hicieron tanta plata y a los pocos años el padre emprendió el camino de regreso. Decidió dejar el hijo pese a que este quería volver, aunque la visión de la gente de Noia es que se quiso quedar. Ya saben, los cuentos se suelen complicar.

En este, pese a todo, Ventura trabajó y trabajó en busca de su final feliz. Lo encontró al noroeste, en Catamarca, donde conoció a Lidia. Se casaron y tuvieron cuatro hijos: Héctor, Norma, María Eugenia y Víctor. Años más tarde, ya en 1984, María Eugenia se casaría con Julio, y así volvemos al principio, hasta Sabrina.

La familia gallega

 "La primera vez que vine a Galicia fue en 2006, gracias al programa Descubre tu origen", relata. Una iniciativa del Gobierno gallego -hoy Conecta con Galicia- que suma 30 años ofreciendo a los jóvenes de la diáspora la oportunidad de conocer la tierra de sus padres y abuelos.

Sabrina no la desaprovechó. Y además no lo hizo sola. "Mamá vino también, y cuando acabé el programa, pasamos 15 días con la familia en Noia. Tenía a sus tías, más de 20 primos y más de 30 primos segundos, gallegos, a los que aún no conocía. No nos alcanzó el tiempo a verlos a todos", recuerda.

Un plan que había comenzado a gestarse poco antes, en Buenos Aires, gracias al esfuerzo de otra prima. Esta vez de Cádiz.

"Vino a vernos en el 2000. No nos conocía, pero aprovechando un viaje de trabajo, decidió buscarnos y nos encontró", relata Sabrina, que no duda en reconocer que desde ese momento su madre contrajo una especie de "obligación moral" para localizar a su familia gallega. Aquella que había visto partir al pequeño Ventura, finalmente para siempre. Porque su abuelo ya no volvió. Se lo llevó un cáncer por delante con apenas 46 años.

Su madre, por fortuna, pudo hacerlo. En el 2000, y ahora, en 2019, de nuevo en compañía de su hija, que ha vuelto a Galicia de la mano de las becas BEME -acrónimo en gallego de Bolsas Excelencia Mocidade Exterior-. Una iniciativa que cada año ofrece a 250 jóvenes del exterior la posibilidad de continuar sus estudios en la tierra de sus orígenes, haciendo un postgrado en alguna de las tres universidades de Galicia o iniciando aquí su Formación Profesional.

El futuro gallego

Sabrina, de 30 años, optó por el Máster en Gestión y Dirección Laboral de la Universidad de Santiago de Compostela. Aunque la especialidad le ha cogido en Ferrol, donde comparte piso con una compañera a la espera de que el coronavirus conceda una tregua. "Estamos haciendo distintos trabajos y actividades, aunque tal vez tengamos clases virtuales en breve", apunta.

Y reconoce también que siempre quiso volver. Porque Sabrina nació allí, pero creció con una parte de su alma mirando hacia Galicia. Desde los 4 años bailó siempre en gallego, en la Sociedad Parroquial de Vedra, en Buenos Aires.

Hoy mira hacia atrás con la nostalgia propia de quien se ha hecho persona en Argentina, y hacia el futuro con la esperanza de aquel que tiene claro lo que busca: "Instalarme en Galicia". La Galicia de sus orígenes; la de su abuelo Ventura y la de la extensa familia de su madre; la Galicia "tranquila y apacible"; la que te enamora y de la que "todo te gusta". En una palabra, Galicia.

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