• Evelyn Canessi Castro tiene 29 años y una vida entre dos tierras, “mitad gallega, mitad uruguaya”. Su relato es un continuo ir y venir entre ambas orillas del Atlántico y, por ahora, concluye aquí gracias a una beca BEME
25
Feb
2022

El relato, siempre en presente, surge echando la vista atrás. Una mirada cargada de nostalgia y de diáspora, de aquellas miles de personas que hace no tanto, en la distancia que marca el blanco y negro sobre la irrupción del color más futurista, partieron buscando una vida, puede que mejor, pero vida a fin de cuentas. Los nudos se avejentaron, volviéndose así fuertes e irrompibles, como ese lazo que une Galicia y Uruguay, y que conoce bien, en presente, por supuesto, Evelyn Canessi Castro, mitad gallega, mitad uruguaya, o galleguaya. Una historia familiar a caballo del azul profundo del Atlántico. Como tantas. Como esta.

Porque Evelyn nació allá, para venirse aquí de niña y volverse allá de joven, antes de retornar aquí ahora, con una BEME, y dejar allá y aquí recuerdos y vivencias, el hilo de un completo relato de emigración con apenas 29 años.

Un ir y venir, no obstante, que incluso comienza más atrás, aquí y allá, en la historia de su tatarabuelo, que nos conduce, silenciosos, a aquellos grandes buques a vapor de finales del siglo XIX. El humo, blanco o negro, qué más da, guía la historia familiar de Laxe a Montevideo. El amor hizo el resto, ya se sabe. Y dos generaciones después, los padres de Evelyn deciden cruzar ese puente gigantesco y solitario que une siempre Galicia y Uruguay.

“En 2002, con la crisis en Argentina, que afectó a Uruguay, mi padre decidió emigrar a España. Yo me vine con mi madre en 2003”, recuerda Evelyn, con la ventaja de poder resumir su propia vida en dos trazadas. Aquí y allá una vez más. Mitad gallega, mitad uruguaya.

Entonces, en 2003, Evelyn tenía 10 años y una infancia por vivir. A los 18, una carrera por hacer, que decide cursar en la Universidad de la República, en Montevideo. Otra vez allá. “Me fui con mis abuelos y mis tíos; un poco con cada uno”, relata al tiempo que reconoce ese apegamiento, ese echar de menos: “Estaba muy unida a mis abuelos”.

También lo está a Galicia, a nuestra tierra, que tira, que llama, que percute en eso que resumimos en la morriña. “Mis papás se quedaron acá y nunca volvieron”, expone Evelyn; otra vez el lazo del retorno. “Con el Covid quería volver y me surgió la oportunidad de la BEME”, añade.

Las becas BEME

BEME. Acrónimo en gallego de Bolsas Excelencia Mocidade Exterior. Unas becas puestas en marcha por el gobierno de Galicia para ofrecer a los jóvenes gallegos de todo el mundo, hijos y nietos de aquellos que un día tuvieron que partir, la posibilidad de volver a casa. Este año retornarán otros 200, como el pasado, como Evelyn, como los casi mil a los que ya se les han abierto las puertas de Galicia gracias a esta iniciativa.

“Conocí la convocatoria a través de internet”, continúa Evelyn, que escogió Galicia porque tenía que ser Galicia, por esos vínculos, por su infancia, por sus recuerdos. “Al principio, de niña, me costó mucho hacer amigos. Hasta casi el cuarto año de Instituto no había logrado hacer amigos, pero al final hice un grupo grande”, continúa. Uno de esos que perduran y que atraen, que sigue vigente y del que guardaba “lindos recuerdos de los últimos años”.

Hoy, desde aquí, Evelyn continúa su relato. Mitad gallega, mitad uruguaya. Y lo hace desde la Universidad de Vigo, donde cursa un máster en Prevención de riesgos laborales. Es la tierra de sus orígenes, de su tatarabuelo, de sus padres, de ella misma. Un lugar donde disfruta de “la tranquilidad con la que se vive”, de la calidad de vida, de sus amigas de entonces y de ahora, de las playas… Del “paraíso al que quería volver” y en el que sueña con quedarse. Quién sabe. En junio defiende la tesis y ya está haciendo prácticas en una empresa en O Porriño. Continuará.

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