• Roselyn Alamilla vivía en Caracas hasta que un secuestro en su propio hogar la impulsó a descubrir la tierra de sus orígenes; una Galicia en la que ha cursado sus estudios de postgrado e impulsado su propio negocio. Siempre en compañía de su marido y sus tres hijos
11
Sep
2020

La vida son chispazos; una concatenación de imágenes que componen y relatan historias capaces de construir el mejor de los guiones. Uno cargado de idas y venidas, de retornos, de retos y futuro, con algún que otro nudo terrorífico. Como el que vivieron Roselyn Alamilla y su familia –marido y tres hijos-, un día cualquiera de un año cualquiera –no muy lejano- en un piso de Caracas, en la Parroquia de San Bernardino. Secuestrados en su propio hogar durante más de 4 horas.

Se lo llevaron todo: el microondas, la ropa de los niños, el cochecito… Fue el detonante. Teníamos que huir de un país donde la seguridad y la calidad de vida no existen”, rememora Roselyn ya desde Galicia, la tierra de sus raíces, esa que vio nacer a su abuela materna hace ya mucho tiempo.

Todo comenzó en una parroquia de Pontevedra, en Santa María de Xeve, aldea de Gatomorto, uno de esos nombres tan gallegos que permanecen para siempre en la memoria tras una sola pronunciación. Allí Josefa García Poceiro se hizo mujer antes de partir hacia Venezuela con apenas 18 años.

Eran otros tiempos y el mundo, por decirlo de alguna manera, estaba dado la vuelta. Aquí hambre y allí un futuro próspero, que siempre lleva aparejada la ilusión y, muchas veces, la necesidad de compartirlo. Con un chico canario, por ejemplo, del que saldría un matrimonio feliz y cinco hijos, entre ellos, la madre de Roselyn.

Pero los círculos reclaman ser cerrados. Siempre. Es su naturaleza. Por eso Roselyn, después de aquellas 4 horas demenciales encerrada en su propio hogar y en compañía de los suyos, decidió volver: “Quería vivir en Galicia, en la tierra de mi familia”.

El punto de partida fueron las BEME; esas becas impulsadas por el gobierno gallego que cada año traen de vuelta a nuestra tierra a 150 jóvenes de la diáspora que eligen Galicia para cursar sus estudios de postgrado. “Había visto la publicación y al final nos decidimos. Me vine con toda la familia”, recuerda. Ese ‘toda’ no es pequeño. Se incluyen ahí su marido Alfredo Guevara, y sus tres hijos: Samuel (17), Daniel (6) y Samanta (3). La pequeña apenas sumaba entonces unos meses.

La abuela de Roselyn, Josefa García Poceiro.
Los hijos: Samuel (17), Daniel (6) y Samanta (3).

Pero Roselyn lo tenía claro: “Quería venir a la tierra de mis raíces, de mi familia materna”. Y así lo hizo. Aquí cursó un máster en Administración de empresas en Lugo, y aquí sigue viviendo después de escoger Galicia como su patria; aquella en la que uno puedo vivir sin tener miedo, dejando atrás “un país en el que la calidad de vida no existe”.

Programa de apoyo al retorno emprendedor

Pero no todo es tan fácil. Nunca lo es. Las homologaciones y los títulos siguen siendo uno de los quebraderos de cabeza de cualquier gallego retornado. A la espera de que el gobierno central comience a simplificar trámites, hay que adaptarse y emprender. “Soy abogada, pero aquí no podía ejercer, así que decidí buscar otras opciones”, resume Roselyn.

Y otra vez surge en el horizonte un programa de la Xunta. En esta ocasión, de apoyo al retorno emprendedor. Una línea que ha permitido a más de 200 gallegos del exterior impulsar sus propios negocios. Roselyn es una de ellos.

Hoy regenta La Parada Multitienda, un local de Lugo ubicado en las proximidades del campus de Administración de empresas, aquel en el que en su momento cursará sus estudios de postgrado gracias a las BEME. A fin de cuentas, los círculos convienen ser cerrados.

El Covid, como a todos, le ha afectado, aunque le va “razonablemente bien”. Lo suficiente para mirar al frente sin echar la vista atrás. “Todos los días le doy gracias a Dios y a Galicia porque nos abrieron las puertas”. Primero, siempre Dios. Pero cerquita, muy cerquita, la tierra de sus raíces. Nuestra tierra.

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