• Samanta Cortés viajó por medio mundo antes de ser madre y retornar a su tierra; un bagaje acumulado que ha transformado en un negocio innovador con una idea de fondo: ‘maternar’
21
Aug
2020

La primera vez que Samanta Cortés salió de casa tenía apenas 18 años. Lo hizo, como la inmensa mayoría, para empezar sus estudios universitarios: Ciencias Políticas en Santiago de Compostela. La vida, siempre caprichosa, terminaría por guiarla hacia otro lugar, otro destino, otra aventura. Un viaje a través de más de 40 países, al estilo Phileas Fogg pero por partes, de ida y vuelta, de ida e ida, de vuelta y vuelta, para acabar donde todo comenzó: en Lugo, en Sober, en un pedacito de tierra que acaricia la Ribeira Sacra.

“Me fui a Barcelona a estudiar, pero siempre me gustó viajar y acabé montando un blog”, recuerda Samanta mientras evoca una lista infinita de países que se suceden en la imaginación. Senegal, Marruecos, Bolivia, Argentina, Uruguay, Chile, Omán, Emiratos Árabes, Japón, Filipinas, Tailandia, Camboya…

Hay generaciones enteras de familias que no suman todos esos destinos. Samanta sí; e incluso tiene la suerte de su lado. “Nos ganamos un viaje a Islandia donde pudimos disfrutar de una aurora boreal”, rememora. Y lo hace en primera persona del plural porque durante este tránsito de la juventud a la madurez conoció al que hoy es su marido: “A Asia ya viajamos juntos”.

Este gusto por viajar transitó de lo personal a lo profesional, convirtiendo una afición en una oportunidad. “Al principio, era un estilo de vida. Trabajaba, ahorraba, planificaba y viajaba, para volver a empezar luego. Pero acabé creando una empresa con otros 8 blogueros”, relata con la sabiduría que otorga poder echar la vista atrás.

De aquella aventura inicial se retiró, pero aprendió “mucho”: “Me di cuenta de que el márquetin digital era un camino clarísimo”. A partir de ahí, algo empezó a gestarse en su cabeza. Durante 2 años, del 17 al 19, vivió en Irlanda madurando aquella idea, pensando en volver, atando cabos que, una vez entrelazados, dibujaron el núcleo de lo que hoy es su negocio.

Todo podría resumirse en ‘maternar’, si la palabra arrojase la luz suficiente para clarificar la idea. Pero no es el caso. Probablemente se queda corta. Es una mezcla de maternidad y emprendimiento; de criar a tus hijos al tiempo que impulsas tu negocio; de triunfar disfrutando de lo que más te importa.

Vuelta a casa con la maternidad

“Cuando estaba embarazada, decidí volver. No me imaginaba toda la vida lejos de casa. Después de volar mucho, había que volver a la raíz. Y qué mejor que con la maternidad”, expone de un tirón Samanta, que tras una docena de años viajando, literalmente, por el mundo, quería volver a su tierra, nuestra tierra, esa Galicia de su infancia y juventud.

Para ello, contó con la ayuda del programa de retorno emprendedor. Una iniciativa promovida por la Xunta que ha facilitado ya a más de 200 gallegos del exterior volver a casa para impulsar sus distintas iniciativas empresariales. “Es un poquito de ayuda que viene muy bien”, reconoce Samanta.  

Y lo hace tras el confinamiento, con un negocio que impulsa otros negocios: elaboración de estrategias, proyectos de márquetin, análisis de riesgos… “Buscamos la forma de escalar el negocio. Mejorar las ganancias y optimizar las horas para disfrutar de más tiempo como madre”, razona.

Un escenario que arroja multitud de posibilidades. Tantas, al menos, como clientes… o mejor dicho, como madres que quieran ‘maternar’. Samanta nos lo explica en su web, un lugar en el que nos ofrece una conciliación real para el emprendimiento online. Para llegar hasta ahí, “sólo” ha recorrido medio mundo y ha montado una familia. Casi nada. Casi todo.  

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